El manuscrito de Avicena

Lo veía entusiasmado tecleando en su portátil durante horas. Allí, en la habitación del fondo, ausente del mundo real, huyendo del bullicioso salón donde estábamos reunidos el resto de la familia. Allí vagaba inmerso en otro mundo sólo existente en su cabeza, dando vida a su obra, esa que tuve el enorme privilegio de leer cuando sólo era un proyecto... bueno, mejor dicho, cuando sólo era un sueño.  El sueño de alguien que  hablaba y hablaba de su novela con ese brillo en los ojos entre la ilusión y la emoción, típico de un niño en la noche de Reyes.
Cuando aquel borrador llegó a mis manos tardé varios días en abrirlo. Dudaba si comenzar o no su lectura. A la semana lo hice con curiosidad y con cierto  recelo, la verdad sea dicha, al no saber qué me encontraría en el propósito de ese niño grande que hablaba y hablaba de su novela sin parar.
Me bastaron unos minutos para sentir la curiosidad que todo buen libro debe despertar en el lector. En unos días necesitaba beberme cada letra, adentrarme en cada escena  hasta vivir en primera persona cada situación de cada personaje, fui un medico  desorientado en un mundo que no le acepta, un joven espía sin familia que encuentra en el medico el referente paterno, una inglesa que ve cómo se le escapa la vida sin encontrar el amor y un inspector de Scontland Yard que perdió a su familia en un desgraciado accidente. Junto a ellos, sumido en los renglones de la novela  viajé al siglo XI para conocer a  Ibn Sina, recorrí Europa de Madrid a San Petersburgo persiguiendo un manuscrito, blandí mi espada durante la batalla de Godofredo de Boullon , descubrí la magia de Valdeande...todo ello enfrascado en una sorprendente lectura donde se abraza lo histórico y lo policiaco. Una trepidante aventura donde lo menos importante es lo que quizás le haya dado más fama al libro, la "predicción" de la muerte de Bin Laden, algo que si bien le ha venido como agua de mayo para la promoción de la obra, no ha influido en absoluto en el éxito alcanzado.
El éxito es fruto del trabajo, la dedicación, el buen hacer del autor y por su puesto el amor que ha puesto en cada frase, en cada coma, ingredientes más que suficientes para una brillante carrera literaria que no ha hecho más que comenzar.
Enhorabuena Ezequiel.

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