A "cardo" de puchero

Desde el salón de su casa cantó Manolín…y no porque el attrezzo emulara ese habitáculo, si no porque esa fue la sensación que daban estos chirigoteros del barrio de la Viña en lo alto de las tablas del Gran Coliseo de los ladrillos “coloraos”.
He de reconocer que no está la chirigota viñera “pa tirá”  cohetes ni muchísimo menos, es más el tipo es de chirigota mamarracha y el repertorio, como dicen por ahí, cortito con sifón.
Resumiendo, una chirigota de andar por casa. Y nunca mejor dicho, porque llega Manolín…perdón, llega Don Manuel Gálvez Núñez, se planta ahí, en el Falla, con las babuchas puestas, diciendo eso de “¡er pito de cadi cadi!, ¡aquista er tío!, ¡aquí!” y se te levanta hasta el último vello del cuerpo.
Él te invita a pasar, porque puede, abriendo sus puertas a febrero, quitándole las telarañas al pasodoble clásico, al de siempre, al del pellizco, para ponerlo aquí, ahora, en estos tiempos de comparsas de papel couché y prensa rosa, demostrando que no hace falta purpurina para  cantar un pasodoble de tres por cuatro de Cádiz (lo que en el resto del mundo es cuatro por cuatro), que nada mas que hace falta corazón, cariño y arte. Ese arte que sobra en Cádiz, en la viña. Donde vuelve su autor cada año,  porque allí aunque falte el pan sobra el arte y con él, con los nudillos y un mostrador son capaces de hacerte un pasodoble que huela a “cardo” de puchero. 

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